Lluvia

La lluvia desprende de la tierra olores, y de mi mente nostalgias. Revive momentos de mi juventud lejana, cuando no importaba que la lluvia mojara las ropas y los cuerpos, y pisar charcos era broma que arrancaba melodiosas risas de mi acompañante…

La lluvia nos daba pretexto para refugiarnos en algún café, o lo que encontráramos de paso. No había, sin embargo, dobles intenciones: Lo que tenía que pasar, simplemente sucedía… Las más de las veces el disfrutar de un aromático café, o una charla, o un beso, o todo junto…

Las gotas brillantes en las hojas de los árboles, el cielo adornado con nubes, las calles mojadas, la gente con gabardina o sombrilla y ocasionalmente un arco iris, todo ello era marco y escenario de aquellos atardeceres luminosos, alegres, inolvidables… y luego la vida seguía sin interrupciones.

¿Cómo olvidar el sabor de aquellos besos, mezcla del sabor del café y de las juveniles ansias? ¿Cómo no recordar con tristeza los tiempos idos, las miradas, las voces, que aceleraban el latir de los corazones?

Nostalgias, olores… ¡qué vivos recuerdos, tan vivos que duelen a veces…! Regresan el tiempo y se vuelve a sentir el frío de la lluvia, el femenino perfume de ella… En las manos se vive otra vez la textura de sus cabellos mojados, de las manos a la vez cálidas y frías, en el corazón el latir provocado por una mirada y en la boca el dulce calor del café y la tibieza de sus labios, los ojos cerrados, el sabor del beso, el aliento, los susurros…