Soy alfarero. El glorioso barro es la razón de mis afanes. Mi rutina es acariciar la blanda y húmeda materia y complacerme en darle forma. Es un deleite a mis manos amorosas el suave tacto con el barro de morena piel, un regalo a mis ojos verlo al fin listo para el horno. En la angustiante espera de que salga bien del parto, sin grietas ni deformaciones, pienso en lo afortunado de mi oficio: Del barro fuimos creados, luego entonces, en cada pieza que concluyo bien podría autonombrarme su Dios... Pero mi espíritu es humilde a fuerza de saber cual es mi lugar en el mundo.
Dicen que soy artesano, así me llaman. Yo no se qué de bueno haya en eso. La artesanía es una especie de pariente pobre del arte. Dicen que sólo las personas ilustradas puede hacer y apreciar -y comprar- el arte. Lo que yo hago sólo es apreciado por amas de casa, cocineras y turistas, que ven en mi un vestigio del pasado, y en mi obra un "mexican curious". Muchas veces me he imaginado que el mismo que compra mis ollas, jarros y cazuelas por unos cuantos pesos paga miles de dólares por un lienzo pintarrajeado del que -dicen- lo que vale es la firma. ¡Vaya cosa! Si yo aprendiera a firmar, podría tal vez ser un alfarero rico.. ¿no? La humanidad ha tasado los valores del esfuerzo de esa forma tan absurda... ¿Deveras es tantas veces más valiosa esa firma que el producto de mis manos?
Es cosa de Dios eso de que uno tenga ciertas habilidades de nacimiento. Es como una lotería: si nacistre pintor, escultor, compositor o músico ya la hiciste. Al menos tus probabilidades de acceder al mundo del arte -y por lo tanto del dinero- son más altas para tí.... Si resultas plomero, contable o electricista ahi la llevas... ojalá no nazcas campesino o artesano...
Yo amo lo mío, me siento útil en mi fabricación de utensilios para el diario... Lo que yo hago está justo donde debe estar: al servicio del hombre... ¡Qué risa me daría ver enmedio de alguna glorieta del Paseo de la Reforma una columna coronada por, en vez de un ángel, una gran cazuela con mi firma!
Acuérdate: Barro somos ( que no cenizas)....
Dicen que soy artesano, así me llaman. Yo no se qué de bueno haya en eso. La artesanía es una especie de pariente pobre del arte. Dicen que sólo las personas ilustradas puede hacer y apreciar -y comprar- el arte. Lo que yo hago sólo es apreciado por amas de casa, cocineras y turistas, que ven en mi un vestigio del pasado, y en mi obra un "mexican curious". Muchas veces me he imaginado que el mismo que compra mis ollas, jarros y cazuelas por unos cuantos pesos paga miles de dólares por un lienzo pintarrajeado del que -dicen- lo que vale es la firma. ¡Vaya cosa! Si yo aprendiera a firmar, podría tal vez ser un alfarero rico.. ¿no? La humanidad ha tasado los valores del esfuerzo de esa forma tan absurda... ¿Deveras es tantas veces más valiosa esa firma que el producto de mis manos?
Es cosa de Dios eso de que uno tenga ciertas habilidades de nacimiento. Es como una lotería: si nacistre pintor, escultor, compositor o músico ya la hiciste. Al menos tus probabilidades de acceder al mundo del arte -y por lo tanto del dinero- son más altas para tí.... Si resultas plomero, contable o electricista ahi la llevas... ojalá no nazcas campesino o artesano...
Yo amo lo mío, me siento útil en mi fabricación de utensilios para el diario... Lo que yo hago está justo donde debe estar: al servicio del hombre... ¡Qué risa me daría ver enmedio de alguna glorieta del Paseo de la Reforma una columna coronada por, en vez de un ángel, una gran cazuela con mi firma!
Acuérdate: Barro somos ( que no cenizas)....
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